El líder impredecible y arbitrario: cómo identificarlo

By Sonia Abadi | ÁMBITO FINANCIERO

Se habla del cambio de los modelos de liderazgo, menos verticales, menos autoritarios, más empáticos e inspiradores. Sin embargo, hay un estilo que se resiste a desaparecer, el líder en modo puntero. Jefe, CEO, dueño, que exige y promueve la lealtad ciega y sin matices.

¿Quién podría negar que la lealtad a su líder, a su equipo, a su organización, son valores esenciales para tejer la trama humana y sostenerla en el tiempo? Pero también importan el proyecto real, el crecimiento de las personas y la realización de los objetivos. Aunque en estos casos, eso puede quedar en segundo plano, ya que el único que aporta ideas “geniales” es el líder. Como no le gustan las críticas, se está perdiendo una oportunidad de mejorar y, además, de capitalizar los talentos de su gente.
Pero no es eso lo más grave, ya que poco le interesan las aptitudes y habilidades de sus súbditos y protegidos. Genuflexos por cálculo, admiración, o simplemente porque en otro lado no tendrían posibilidades, la corte de leales se va construyendo con empleados cuya única virtud es jurar por su líder. Rodeado de inútiles dependientes de sus favores, el líder puntero aumenta su sensación de poder y control.

Le gusta que su gente le tenga miedo y cree que es por ser exigente, detallista y severo. Pero no percibe que el miedo no es a su autoridad sino a su locura e irracionalidad. Desde esa locura humilla, grita, comete injusticias, impone reglas absurdas. Allí no hay lógica ni verdadero poder, sólo ejercicio de lo impredecible y arbitrario.

Le temen, pero si no fuera temible sería ridículo. Y así es posible que lo vean una vez que se alejen y lo recuerden en perspectiva. Trenzas secretas y celos contenidos sostienen la trama de ese círculo que se va fosilizando con el tiempo. Cada tanto un enojo del patrón, un ataque de furia, les recuerda el riesgo de perder ese miserable lugarcito. En el medio, beneficios, regalos, ventajitas, que los mantienen eternamente agradecidos.

De reconocimiento a sus logros, nada. Ya sabemos que sólo la lealtad cuenta y que el primero que piensa que no son capaces es el jefe. Pero no los va a soltar. Regalo va, enojo viene, los tiene literalmente comiendo de su mano. Y poco a poco, el sistema, entorno, empresa, casa de estudios, se va poblando de personajes que nunca tuvieron otro talento que el de aplaudidores. Y si lo tenían, no hubo ningún estímulo para desarrollarlo, tampoco para renovarse y aprender. De aportar ni hablar, ya que al puntero nadie le hace sombra con buenas ideas.Ya todos están más grandes, pero cada vez más comprometidos, por el miedo de los leales a quedarse afuera, el miedo del viejo puntero a quedarse solo. Pero ya nada podrá separarlos. Hay demasiados secretos, debilidades encubiertas, complicidades patéticas de unos y otros, ventajas mínimas o mayores.

Si a pesar de todo el sistema sobrevive será porque algunos de los mejores se avivan a tiempo y lo oxigenan, cuestionando, confrontando y hasta desafiando al jefe. Son talentosos y también comprometidos, pero lúcidos y conscientes de que sin trabajo, creatividad y diálogo constructivo no hay sustentabilidad ni crecimiento posibles. Son los que saben que además de su genuina lealtad tienen mucho más que aportar. Y están dispuestos a arriesgarse porque tienen la confianza de saber lo que valen en ese lugar y en cualquier otro.

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