¿Sabemos realmente qué nos mueve cuando tomamos una decisión?

Hoy les quiero contar cómo varios investigadores actuales están revisando el concepto de intuición como una forma genuina de conocimiento, con sus ventajas y sus riesgos en la toma de decisiones. También se está volviendo a revisar cómo funciona el razonamiento lógico, cuando analizamos un tema o una situación y cuál es su camino para llegar a la decisión más adecuada. Y en ambos casos esto sigue siendo cierto cada vez que necesitamos evaluar personas, hechos o contextos. 

El periodista y divulgador científico Malcolm Gladwell, en su libro “Blink, Inteligencia intuitiva”, nos habla de una forma de percepción rápida realizada por nuestro inconsciente, que percibe una serie de pequeños datos. Este autor asegura que a partir de esos datos mínimos se pueden tomar decisiones rápidas y coherentes sobre un tema determinado, sin necesidad de recopilar demasiada información. Gladwell sostiene que las decisiones que se toman con rapidez pueden ser tan buenas como las que se definen razonando y con tiempo para reflexionar. 

¿Y esto siempre funciona? No. Justamente hay situaciones que bloquean la percepción intuitiva. Una de ellas es el estrés, en el que el exceso de alerta y la tensión impiden activar la intuición. Otros factores son los preconceptos, los prejuicios y los sesgos del pensamiento. Dice Gladwell: “El estado mental es el factor esencial en la toma acertada de decisiones”. Esto quiere decir que ni los conocimientos ni la experiencia, por sí solos, son suficientes para comprender una situación en su totalidad si la mente no está preparada. 

El investigador en pensamiento intuitivo, Daniel Goleman, en su libro El espíritu creativo nos dice: “Ciertos estudios experimentales han comprobado que, en general, las primeras corazonadas de las personas forman la base de mejores decisiones que aquellas tomadas tras un análisis racional de los factores en pro y en contra. Cuando confiamos en nuestra intuición, en verdad recurrimos a la sabiduría del inconsciente”.

También la antropóloga Helen Fisher, refiriéndose a las decisiones dentro del ámbito de la empresa nos dice: “Durante muchas generaciones, los ejecutivos norteamericanos han admirado y premiado a los que analizan las cuestiones componente por componente: el planteo atomista. Este enfoque está cambiando. A medida que la era de la información y la globalización adquiere un ímpetu creciente, los dirigentes del mundo empresarial se están viendo forzados a calibrar e integrar un número cada vez mayor de factores para tomar sus decisiones. Algunos consultores han empezado incluso a recomendar ciertos métodos para evitar el

pensamiento lineal y adquirir una perspectiva holística”.

Otro estudioso del tema, el epistemólogo e historiador Carlo Ginzburg, sostiene que cada vez se ha hecho más necesario en las ciencias humanas disponer de un método que nos permita entender lo único e irrepetible. Nos explica el funcionamiento de las llamadas ciencias conjeturales, que se ocupan de reconstruir la realidad a partir de indicios hábilmente seleccionados y compaginados. Da como ejemplos la percepción de médicos, historiadores, navegantes y cazadores, y nos habla del ojo clínico y el olfato adecuados para percibir situaciones y tomar las decisiones pertinentes en cada caso.

Pero dice también que este modo de conocimiento sólo está al alcance de un experto. Sus características son una gran intuición, en parte innata y en parte desarrollada, una vasta experiencia y la capacidad de poner su mente en un estado de atención no focalizada, permeable a los indicios, sin prejuzgar los datos, y permitiendo que el conocimiento se integre a través de él. 

¿Cómo son leídos los indicios?, ¿qué se requiere para leerlos? Una atención flotante, sin la cual los otros recursos no logran activarse, ya que cualquier intento de forzar la intuición concluye en frustración, o peor aún, en la construcción de falsas verdades delirantemente explicativas. En un segundo tiempo, la mente lógica procesa y “revela” los indicios, construye conjeturas y extrae conclusiones.

Ahora la economía. El psicólogo israelí Daniel Kahneman, experto en economía del comportamiento, ganó el premio Nobel de Economía en 2002. Entre otras cosas, fue distinguido por haber integrado hallazgos de la psicología a las ciencias económicas en el área del juicio y la capacidad de tomar decisiones en condiciones inciertas. Su tesis es que las motivaciones para decidir son complejas e involucran a toda la personalidad. Además de los datos objetivos, entran en juego una cantidad de impulsos aparentemente irracionales.

En realidad, no se trata de irracionalidad: las respuestas o reacciones no siguen la lógica lineal, sino que están influidas por tendencias y emociones complejas, que no son conscientes.

En esta misma línea trabaja el analista financiero James Montier, que en su libro Psicología financiera, escribe que los inversores utilizan dos enfoques al tomar una decisión de inversión: uno emocional y otro lógico. Dice: “La forma emocional de tomar una decisión es la forma rápida de llegar a una conclusión utilizando atajos basados en la similitud, la familiaridad y la proximidad. Ayuda a manejar grandes cantidades de información en poco tiempo y da respuestas aproximadas. La forma lógica en cambio es un proceso lento y serial de tratar la información y utiliza un enfoque deductivo para llegar a respuestas precisas”.

Montier también habla de la “economía de la felicidad” para demostrar que gran parte de las decisiones de los inversores no se basan en un concepto utilitario, sino en la búsqueda de satisfacer sueños, deseos y necesidades emocionales. Y afirma también que en la elección de inversiones que generan mayor felicidad aparecen una serie de beneficios agregados: mayor creatividad, mejores vínculos afectivos y sociales, y un sistema inmunológico más activo que protege contra las enfermedades.

¿Entonces? Sin duda vamos a tener que escuchar y entrenar nuestra intuición, reconociendo nuestras necesidades emocionales. Pero estando atentos también a que guiarnos sólo por nuestros deseos nos puede llevar a decisiones absurdas o negativas. 

A la vez va a ser importante ser capaces de razonar y analizar las situaciones que se nos presentan para cometer menos errores y achicar el riesgo de equivocarnos. Aunque a veces tengamos que dejar en suspenso nuestras corazonadas.

De todos modos en ambos casos va a ser necesario detectar, procesar y dejar de lado nuestros prejuicios, sesgos e ideas dogmáticas, ya que estas limitaciones terminan confundiendo tanto a nuestro pensamiento intuitivo como a nuestro razonamiento lógico.