¿Puede la Inteligencia Artificial (IA) reemplazar a las personas? Sabemos que hoy existen programas de IA capaces de procesar, seleccionar e integrar información compleja y múltiple en brevísimos períodos de tiempo. Y hasta se sostiene que son capaces de tomar mejores decisiones que la mente humana, ya que evitan los sesgos subjetivos y emocionales, centrándose en la pura objetividad.

La IA se utiliza en organizaciones en las que, a partir de cargar los datos de procesos y múltiples variables, se logra analizar un escenario complejo. Algunos de los beneficios que dicen tener sobre las decisiones humanas son desactivar preconceptos y prejuicios, distorsiones por razones de personalidad, estados anímicos alterados o visión estrecha.

Pero, ¿desactivar el sesgo humano es siempre beneficioso? Lo cierto es que en el proceso perdemos formas de conocimiento más sutiles e integradoras, como la intuición y la empatía.

Una persona intuitiva percibe variables como el potencial de su gente, el estado emocional, los caminos de la motivación. Hasta la tendencia del contexto que no es evidente desde la lógica pura sino desde la lectura “entre líneas”. Esa persona de mirada amplia, también tiene la capacidad de conectar datos no evidentes. Y la integración de esa data lo lleva a resolver situaciones con recursos imprevistos, originales y exitosos. Recorridos que la IA no conoce.

La IA hoy se utiliza también en medicina como herramienta de diagnóstico. Se cargan los datos del paciente, sus síntomas y antecedentes, y el programa recorre investigaciones de los mejores centros internacionales de salud para elaborar el diagnóstico preciso y su consiguiente tratamiento. El tema es que, de algún modo, se programa también a los médicos para un pensamiento puramente operativo que desactiva la comprensión empática del que sufre. Poco contacto, nada de emoción, frialdad en el vínculo. Con suerte el diagnóstico será certero y el tratamiento adecuado, pero el paciente puede morir de abandono emocional ya que no se siente reconocido ni contenido.

Y existe una historia del paciente que la historia clínica no cuenta. Sus duelos, sus miedos, los modos en que curó sus heridas. Si no se genera un vínculo de confianza, los pacientes y sus cercanos se “olvidan” de contarnos datos esenciales para el diagnóstico. He visto con frecuencia que pacientes o sus familiares niegan, relativizan o minimizan temas esenciales. Les avergüenza hablar de ciertos temas. Se olvidan de contar qué medicamentos toman o tomaron porque se convencieron de que son inocuos o nadie les preguntó cuántos años hace que los toman por su cuenta. O porque saben que son riesgosos pero prefieren seguir tomándolos.

Nos hemos pasado años tratando de perfeccionar nuestro pensamiento racional para ser más precisos y eficientes. Hemos dejado de lado habilidades soft. Hoy las necesitamos más que nunca. El conocimiento ya no puede ser reduccionista sino abarcativo para poder interpretarlo.

La IA nos ofrece el beneficio de desactivar preconceptos y prejuicios. Pero si el sesgo humano puede ser una fuente de error en la valoración del otro, nuestra humanidad subjetiva nos permite acercarnos más profundamente desde capacidades irremplazables como son la intuición, la empatía, el acercamiento emocional.

Pero además, el sesgo humano sigue vigente en el aprendizaje automático, desde la creación de un algoritmo hasta la interpretación de los datos.

Sesgos como “sesgo de confirmación” (cuando una persona acepta un resultado porque confirma una creencia previa) o “sesgo de disponibilidad” (poniendo mayor énfasis en información relevante para el individuo que información igualmente valiosa de menos familiaridad) pueden distorsionar las conclusiones. Incluso cuando los algoritmos parecen perfectos e inmutables, nuestros sesgos cognitivos hacen que la interpretación de datos no sea totalmente confiable. 

Hoy la complejidad nos muestra cada vez más la necesidad de entramar las habilidades blandas con la inteligencia artificial como modo de abarcar y procesar las diversas realidades que nos rodean y nos desafían. Desde este maridaje podremos aprehender y analizar un hecho, un conflicto, una decisión, con más y mejores resultados.