En este día, semana, mes en el que homenajeamos y reconocemos a las mujeres, somos muchas las que contamos historias, preocupadas por los temas más graves, y también poniendo en valor el rol de las mujeres en la sociedad. Con argumentos, testimonios, estadísticas y hasta confesiones personales.

Hablamos de igualdad, de superación, de recursos y potencialidades de las mujeres a la par de los hombres. Un camino válido y necesario. 

Pero hay otro camino que se entrelaza con el de la igualdad de derechos y oportunidades. Un poco más complejo, sutil y, si se quiere, polémico. Y que tiene que ver con la legitimación de lo que tradicionalmente se llamó lo femenino. Y en particular con la potencialidad de los hombres para acercarse a los saberes y recursos que siempre fueron asignados a las mujeres. 

¿Y qué es lo femenino y por qué tiene que ver tanto con los hombres como con las mujeres?  ¿Y porqué ese planteo tiene hoy una vigencia especial? Porque el mundo de hoy lo necesita. 

Como dice el filósofo Alain Touraine en su libro Un nuevo paradigma: el cambio cultural está totalmente basado en la influencia de las mujeres. Y dice “son las mujeres las que hacen pasar a nuestra sociedad de una visión conquistadora del mundo a una visión creadora”.

 

Ya está muy claro que no se trata de representar la belleza, la dulzura, la dedicación y el cuidado. Y que no tenemos que pedir permiso para ocupar  lugares profesionales para los que estamos capacitadas a la par de los hombres. 

Ya hemos descubierto hace rato que las habilidades llamadas masculinas nos pertenecen también, que somos capaces de acción, de fuerza y de claridad intelectual. Eso ya no se discute.

Hay mujeres que atravesaron el “techo de cristal” que les impedía crecer a la par de los hombres, en base al talento, el esfuerzo, la osadía. Casi ni se cuestionan si los machistas no las consideran. Ellos ya vieron o verán lo que ellas valen.

Pero a la vez hemos sostenido durante años y siglos, talentos, habilidades y recursos que hoy son reconocidos como indispensables en el nuevo paradigma colaborativo, en el mundo en red. Y más aún en el mundo post pandemia. 

Voluntaria o involuntariamente hemos sido guardianas de un tesoro y ahora estamos dispuestas a compartirlo con la sociedad toda. Lo que fue un estilo de ver el mundo, o quizás una condena, hoy tiene un nuevo valor.

En tanto que los hombres se iban definiendo, o se les exigía definirse, como fuertes, lógicos, lineales, racionales y efectivos, en muchos casos perdieron por el camino sutileza, reconocimiento de las emociones, ciertas capacidades sociales. En el peor de los casos terminaron estereotipados  en sus roles de cazadores y conquistadores.

Pero sabemos que tanto mujeres como hombres tenemos aspectos llamados femeninos y masculinos y que, cuando todo va bien, tienden a integrarse en cada uno.

Hoy las mujeres crecemos desplegando nuestro potencial femenino pero también desarrollando facetas que se consideraban masculinas, lo que nos brinda recursos más variados y flexibles para encarar nuestros proyectos y nuestra vida. 

También hay hombres, en el mejor de los casos, por talento, oportunidad, vocación y algún modelo de crianza y educación menos esquemático que han desarrollado más habilidades femeninas. De esos se habla hoy ante los nuevos modelos de liderazgo.

En los viejos tiempos, la flexibilidad, la adaptabilidad, la sensibilidad quedaron relegadas al mundo de las supuestamente débiles. Las emociones, el hogar, la crianza. Y también la integración de su mundo afectivo y sus intereses. De hecho, aún ahora con mujeres trabajando y cuidando de su familia, seguimos buscando integrar la vida laboral con la personal.

Especialistas en integrar en vez de dividir, las mujeres desarrollaron recursos de supervivencia para sí mismas, sus afectos y la comunidad. Más intuición, más empatía, más capacidad de integrar lo diverso, más vocación de comunicar. 

Las mujeres tejen junto a lo práctico lo emotivo, junto a la transacción lo relacional. Hay un enhebrado que es característico de lo femenino y que les da tanta vitalidad y dinamismo a las redes de mujeres.

Si hacemos un poco de historia, recordemos que en la educación de hombres y mujeres se buscaba privilegiar en el varón los comportamientos relacionados con la acción y en la niña aquellos ligados al permanecer. Así como el hombre debía ir «en busca de», la mujer debía cuidar lo que le ha sido dado: la virginidad, los hijos, el hogar. Pero hoy las mujeres ya no se quedan en casa. Y no sólo para trabajar. Se permiten salir con sus amigas o colegas, dejar los chicos a cargo del padre o viajar juntas. 

Y el cambio o ampliación del nuevo paradigma no sólo permite y fomenta la posibilidad de integrarnos a la par de los hombres en todas las actividades humanas, sino que hay cada vez más conciencia de cuánto se necesitan las aptitudes llamadas femeninas en este nuevo escenario. 

Habilidades que hoy se llaman habilidades blandas o habilidades soft. Es el momento en que los hombres no tendrán otra opción que valorarlas, desbloquearlas y entrenarlas. 

¿ Y cómo legitimar en hombres y mujeres lo llamado femenino?

Hoy el mundo necesita de personas que piensen conectiva, asociativa y colaborativamente. Y de personas expertas en construir trama humana y social. Hay algo también en el estilo llamado femenino, que en vez de resolver los conflictos con el filo de una decisión tajante y sin réplica, incita a crear opciones que los desanudan. 

Y la intuición, la empatía, la capacidad de crear vínculos y de trabajarlos, son transversales a cualquier profesión o actividad. 

En este nuevo paradigma ha comenzado a surgir una preocupación respecto de la utilización de elementos masculinos disociados de su complemento femenino, lo que daría como resultado un gran potencial hacia la acción con el costo de la pérdida de las fuentes de la creatividad. 

Hoy los hombres están descubriendo los recursos tanto tiempo devaluados de la femineidad. Al darse el permiso de integrarlos a su masculinidad esto los hace más interesantes como hombres y a la vez más capaces de comprender a la mujer. Mejores hombres, mejores compañeros y mejores amantes.

Por eso en este mundo que las mujeres estamos cambiando para uso de todos, tendremos que trabajar la doble vía de por un lado ganar espacios tradicionalmente masculinos y por el otro, reconocer, activar y potenciar el valor de lo femenino para la mujer, el hombre y la sociedad.