Reseña por Benjamin Resnicoff

Psiquiatra y psicoanalista

Este este libro está escrito en un lenguaje ameno y coloquial, lo que hace que su lectura sea una experiencia muy agradable; teñido de anécdotas, algunas personales, que ilustran y ejemplifican los temas que aborda, todos ellos de mucha actualidad.

En la primera parte de este libro se analizan los cambios culturales que se están produciendo, en especial en las jóvenes generaciones. Sea en los ámbitos laborales, en las relaciones laborales, sea en las costumbres y usos personales de esos jóvenes.

Sumergirnos en este texto es sumergirnos en un mundo nuevo en proceso de gestación donde lo importante es la conectividad.

Se está produciendo una ampliación del campo de la conciencia. El otro me importa. Escucharlo y tenerlo en cuenta me enriquece. Se incrementa la empatía, se reconoce la importancia del trabajo en equipo. El otro me aporta y me complementa. Se enfatizan las ventajas de generar “redes” sea de trabajo o de otro tipo.

Lo que importa es la colaboración. Nadie es más que el otro y la búsqueda del logro personal, del éxito personal, propia de la era egocéntrica se ve reemplazado por la satisfacción de la tarea realizada. El éxito es del conjunto.

Trabajar en equipo aumenta la creatividad, la productividad y mejora el clima laboral y bienestar personal.

Los jefes que se avienen a estos cambios, o que los promueven y que aceptan una cierta horizontalidad en reemplazo de la vieja cultura patriarcal, mejoran la performance notablemente.

Por supuesto, existen enormes bolsones de resistencia como siempre han existido cuando se pretende modificar un cierto status quo.

Estos cambios culturales no solo se dan en el campo laboral y profesional. En muchos órdenes de la vida hay cambios: los jóvenes están menos apegados a los objetos, las cosas son para usar, no para poseer (Car Sharing por ej.), reemplazo del ser por el tener. Están más interesados por la calidad de vida que por el ascenso profesional, menos apegados a las posiciones y posesiones.

Son más empáticos, tienden a aceptar e integrar al diferente (diferencias raciales por ej., o integrar al discapacitado), aceptan mejor la igualdad de género y están más preocupados por el medio.

Todos estos cambios aumentan el entusiasmo por la tarea y la motivación lo que contribuye a la disminución del burnout y del boreout.

Los cambios no solo suceden en la cultura y sociología de los millennials y centennials sino que también suceden en las generaciones anteriores, que se distancian tanto de quienes fueron nuestros abuelos que han desaparecido los estereotipos que tuvimos de la abuelidad (la abuela que zurce y borda, de blancos cabellos y que cuenta cuentos; o el abuelo, jubilado que juega a las bochas y lleva a los nietitos a la plaza). Están activos y con nuevos proyectos hasta edades muy avanzadas.

Cada uno de estos temas se desarrolla en sucesivos capítulos de forma que cada capítulo resulta ser un pequeño ensayo de naturaleza sociológica.

De lo hasta aquí comentado se desprende que “La Prodigiosa Trama” es una manera de referirse a los prodigios del pensamiento en red. La red es una formalización, un esquema, un dibujo o un mapa o una fórmula matemática que pone en un gráfico, las formas que va tomando el intercambio productivo de ideas entre personas y cómo esas ideas se van difundiendo, como van y vienen qué efectos producen.

En las redes se describen puntos de facilitación de la circulación de ideas, los nodos, de resistencia, los nudos y de acumulación, los hubs.

El término red proviene de la física y la sociología. Y el estudio del pensamiento en red se está constituyendo en una ciencia de la que nuestra autora es pionera. El estudio de las redes nos enseña que hay una dinámica en ellas y que se pueden desarrollar estrategias para generarlas y mejorarlas.

Como me he extendido demasiado en esta primera parte, que me ha interesado de sobremanera y para no mimetizarme con Pierre Menard, aquel personaje de Borges que reescribió el Quijote robando a Cervantes palabra por palabra, pasaré a otras partes del libro y lo haré más brevemente.

La sección siguiente se denomina “Intervalo”, forma de aludir a la pausa que la cuarentena ha impuesto a nuestras vidas; allí nuestra autora examina algunas de las consecuencias que este accidente nos ha producido.

“Ayudarnos y ayudar, cada uno desde su lugar con sus herramientas y recursos. Asustados, preocupados”.

Examina los cambios en nuestras rutinas, el uso de recursos, tales como los tecnológicos, para paliar el aislamiento, la función psicofisiológica de los sueños, que nos ayudan a elaborar situaciones traumáticas producidas por el encierro; se habla también del estrés y alguna de sus consecuencias y de la capacidad de pergeñar herramientas creativas y novedosas para enfrentar las situaciones inéditas que estamos viviendo.

Pero la pausa no solo produce efectos negativos, a veces genera alivio: “estábamos locos de exigencias, de urgencia de ambición”; y de repente la calma, pero quedan cabos sueltos y la posibilidad de explorar otras opciones.

También el confinamiento nos permite examinarnos a nosotros mismos y a nosotros como sociedad y si estamos en una red de colaboración, nos sentimos más contenidos.

La crisis que es global, genera empatía y solidaridad también global que nos empondera como ciudadanos.

La segunda parte, que viene después del Intervalo, es una miscelánea de temas. Son numerosos, por lo que para no extenderme en demasía, me limitaré a comentar sólo algunos, dejando injustamente de lado varios.

Uno de los capítulos trata de los traumas tempranos que quedan enquistados en algún lugar oculto de la mente, de los sufrimientos y limitaciones que producen y de la posibilidad de superarlos cuando aquello que quedó aislado de conexiones se entreteje con la posibilidad de comprender lo vivido.

En otro, trata de lo que se denomina el tercer espacio que son lugares de encuentro e interacción abiertas a la diversidad que puede ser bares, bibliotecas, centros culturales o espacios de cowork donde gente que no se conoce comienza a interactuar generándose vínculos, redes y potencialmente espacios de innovación. Pero también denominamos tercer espacio a un lugar interno, mental dispuesto a interactuar, a escuchar a encontrar lo nuevo sin haberlo buscado.

En otro capítulo se destaca la importancia de ayudar a los niños a desarrollar pensamiento crítico e integrador que no sea lineal ni reduccionista y sobre todo que se aparte de los dogmatismos de cualquier tipo. Nunca nadie tiene toda la verdad.

Interesantes son las consideraciones que hace en otro capítulo acerca del narcisismo y su dialéctica con las redes sociales, las tecnologías modernas. Por un lado facilitan actitudes exhibicionistas, pero cierta dosis de narcisismo es necesaria para la construcción de autoestima. Pero una exaltación excesiva del yo nos convierte en sujetos egoístas y pretenciosos. Por otra parte las redes también nos permiten una mayor libertad para mostrarnos y reconocernos, recuperar nuestra identidad.

Consecuentemente con el tema narcisismo describe actitudes de personas que ante la pérdida de poder tienden a aferrarse a privilegios mezquinos; que les cuesta bajarse del pedestal para construir una imagen más legítima.

Pareciera una clara alusión a Trump. Si menciono esto es para destacar como nuestra autora está muy motivada para analizar lo que sucede en el ahora, en la realidad actual, recordemos que también se metió con “nuestra” actual cuarentena; esto la motiva y la convierte, en mi visión, en una aguda cronista de nuestra época.