Son tantas las emociones encontradas, miedo, enojo, frustración, angustia, que se nos hace difícil sonreír. Parece más fácil reírse con una ironía, un chiste, el humor gráfico sobre lo que nos pasa o les pasa a otros. Pero sonreír es otra cosa, es la expresión de una emoción sutil, reflejo de la empatía y las ganas de comunicarse.
Me sale fácil sonreír. Cuando me ofrecen algo, cuando lo pido, cuando quiero agradecer o simplemente para celebrar un encuentro. También sonrío a la gente que quiero. Y recibo muchas sonrisas de gente con buena onda, con alegría, con disposición a conectar.
Renunciamos al abrazo, para cuidarnos, para cuidar a los otros. Y de eso hemos escrito largas páginas. Pero quizá tan doloroso o más que la pérdida del abrazo ha sido la necesidad de esconder nuestra natural sonrisa debajo del barbijo, del tapabocas.
Alguna vez las modestas doncellas de otros siglos se cubrían la boca con la mano para reírse con pudor. Todavía lo hacen algunos instintivamente al contar un chisme o un secreto. Y en algunos casos para que no les lean los labios.
El rostro expresa muchas emociones y algunos dicen de todos modos los ojos van a expresar lo que sentimos. Pero sin la sonrisa se pierden muchos matices de la comunicación. Hay algunas emociones que sólo se detectan en la forma de la boca. Cuando estamos conmovidos, cuando sentimos miedo o desdén.
Lejos en el tiempo, entre los antiguos Incas y también entre los Aztecas, los poderosos usaban un modelo de barbijo. Si bien se llamaban narigueras porque se enganchaban en la nariz, el objetivo era cubrir la boca. Se hacían de oro labrado, con sofisticados diseños. Ellos sabían ya que el miedo, el desprecio y la turbación se detectaban en la expresión de la boca, y era esencial que sus súbditos jamás descubrieran esas muestras de debilidad.
Más cerca, todavía hoy las culturas musulmanas más ortodoxas exigen a las mujeres cubrirse la boca. En realidad el mandato es bastante similar al que vivimos en la pandemia. Quedarse en casa, no salir. Se espera que las mujeres no salgan de su casa salvo necesidad. Igual a lo que estamos todos sometidos. El cubrirse la boca es el modo de seguir limitados para comunicarse aún saliendo de la casa.
Sin abrazos ni sonrisas, las palabras, los matices de la voz, la intensidad de la mirada, lo que escribimos en un breve whatsapp tendrán que comunicar nuestro enojo, tristeza, alegría, amor por los nuestros y empatía hacia los que nos cruzamos cada día.