Leyendo el texto de Sebastián Campanario Agenda Pulpo y Jardines digitales. Campanario habla de los jardines de ideas como plataformas digitales en dónde divagar, inventar, compartir ideas sin necesidad de orden y generando riqueza creativa. Me vino a la mente aquello que escribía ya en 2007 en mi libro Pensamiento en Red, conectando ideas, personas y proyectos.

Allí definía los mecanismos de percibir el contexto en red. Percibir en red es entrar en sintonía con el mundo, y con la inteligencia y creatividad de los otros. Mentes abiertas con valencias disponibles para establecer enlaces con el entorno y las oportunidades.

En general, cuando nos movemos en forma lineal, percibimos las cosas y a los otros como obstáculos que hay que sortear, amenazas de las cuales defendernos o trámites de los que nos queremos librar cuanto antes. La realidad se nos viene encima.

Disponerse a percibir en red es dejar en suspenso, quizá solo por un rato, la lista de urgencias y prioridades, y otorgarles a todos los elementos de nuestro entorno un igual valor. Para eso se requiere una disposición especial de la mente y del cuerpo para detectar de una manera integradora lo que llega de afuera.

Cuando lo logramos, la ansiedad y la desesperación por saberlo y resolverlo todo se calma. Comenzamos a estar realmente conectados con el fluir de las redes, navegamos con libertad y audacia, orientados no sólo por nuestra capacidad de observación sino también por otras formas de conocimiento, como la intuición y la empatía. Eso sí, reconocidas, entrenadas, capaces de guiarnos hacia la esencia de las personas, las ideas y las cosas, pasando por encima de las apariencias o el disfraz. Ya no solo disponemos de una “brújula” como instrumento lineal que nos señala el norte, sino también de un “GPS” que permite encontrar el recorrido más conveniente y con menor riesgo de error.

Cuando somos capaces de percibir en red, comenzamos a andar por el mundo como Juan por su casa. Nos liberamos del peso de las estructuras formales, ya que somos capaces de recrear las condiciones para generar ideas en cualquier lugar y momento. Un lugar de paso, un aeropuerto, una sala de espera, la mesa de un bar son suficientes para instalar un taller improvisado en donde dedicarnos a crear. En esos momentos descubrimos que la mayor parte de lo que necesitamos lo llevamos “puesto”, y que lo que nos pueda hacer falta estará disponible a nuestro alrededor.

Como dice el físico español Jorge Wagensberg: “Una idea puede regresar a la mente muy cambiada por el sólo hecho de haber salido a dar una vuelta por su resto de universo. Imaginemos, además, por un momento, que en ese resto de universo habita como mínimo otra mente”.

Pero percibir en red significa dejar en suspenso las jerarquías, las categorías y el juicio, otorgando a todo el mismo valor, hasta detectar lo esencial. Y no se trata de pasar de superficial a profundo, sino que el funcionamiento mental adquiere un espesor particular y una trama más colorida. Así, cuando pasamos de un funcionamiento lineal a un funcionamiento en red, se seleccionan naturalmente vías originales para la visión de la realidad. Percibir en red es percibir no sólo las cosas o los hechos, sino las múltiples relaciones entre ellos, un sistema abierto de conectividad ilimitada, que no presenta un centro organizador ni nodos más significativos que otros.

Cuando percibimos en red, nos instalamos en una actitud de hospitalidad mental respecto de todos los estímulos que nos rodean, a los que recibimos con curiosidad. Dejamos la desconfianza en suspenso, dispuestos a considerar sin preconceptos todos los elementos de los que disponemos.

Otro pensador, Joseph Campbell dice: “Cada vez me convenzo más de que existe un plano de conciencia que compartimos todos, y que el cerebro es una máquina limitadora que recorta este plano. Existe la posibilidad de salir de estos límites y participar en aquel plano de conciencia”.

Por eso el concepto de Pensamiento en Red, a la vez que integra el pensamiento lineal con el funcionamiento intuitivo, propone un pensar que no es individual ni colectivo sino conectivo, que se despliega en el espacio intermedio entre una persona y otras. Un sistema de combinatorias infinitas en el que la comunicación fluye entre el adentro y el afuera.

Y las personas que piensan y perciben en red casi siempre resultan ser líderes naturales, investigadores inspirados, artistas talentosos. O tienen el potencial para llegar a serlo.

En las organizaciones, los buenos líderes, al igual que los artistas, suelen tener activo el Pensamiento en Red. De todos modos, necesitan que su gente también piense conectivamente, para fortalecer y sinergizar su gestión. 

Además, deben saber detectar la red por fuera de la organización para integrarla a sus recursos. El Pensamiento en Red opera en la mente del individuo, de allí se extiende al equipo de trabajo, conectando la propia creatividad con la de los demás. Rápidamente se difunde a la organización, que se vuelve más innovadora y permeable al intercambio con el entorno.

Así es como se sincronizan los recursos propios y prestados, generando la colaboración creativa. En los tiempos que corren, funcionar en red ya no es solo una buena opción para la expansión de nuestra mente; se ha transformado en una necesidad de supervivencia, ya que es la forma de comprender el presente y ser parte del futuro.

La conexión de las mentes integra la complejidad, la multiplicidad y la virtualidad, dejando también lugar para el azar, el encuentro inesperado, las sintonías imprevistas.

¿Cómo lo define la antropóloga Helen Fisher? “Al reconocer la legitimidad de cada una de las descripciones (lineal y no lineal, continua y discontinua, analítica y sintética, mecanicista

y compleja, atomista o en red), aumentamos nuestras alternativas de interacción con el mundo, ya que ninguna puede agotar todas las posibilidades. Al tomar los pares de opuestos y ponerlos en movimiento, aparecen nuevos planos de la realidad para explorar y enriquecernos”.

Por eso cuando trabajamos en red, podemos reconocer lo único y complejo de cada situación y prepararnos para encararla de modo original. Reconocemos lazos entre lo parecido y lo diferente, lo cercano y lo distante, y los hacemos jugar respetando su potencial de cambio y transformación. Lo inédito surge de este modo de funcionamiento, que si bien puede aparentar ser irracional o anárquico, está regido por leyes que permiten una gran variedad de combinaciones y alternativas.

En la colaboración creativa, se generan alianzas entre diferentes tipos de personas que las mantienen unidas y, a la vez, diferenciadas en su originalidad y permiten su interacción de un modo dinámico y funcional.

Finalmente, la visión en red genera cooperación creativa, innovación, comunicación y confianza. Y cuanto más abrimos la red, multiplicando la conectividad en todas las direcciones, solemos encontrar más cantidad de respuestas, cada vez más alejadas del foco de nuestra búsqueda. A veces hasta adelantamos recursos y encontramos soluciones a dificultades que aún no tuvimos tiempo de percibir.

Así registramos tendencias, nos inspiramos y desarrollamos una visión estratégica. Se integran la orientación a objetivos con el registro de oportunidades. Pedro, un creativo publicitario, se instala a trabajar en el lobby de los grandes hoteles. Dice que de este modo las ideas que se le ocurren están en sintonía con las tendencias que va captando de la gente que pasa. Conozco por experiencia esas situaciones donde uno se ubica en espacios de transición, lugares de paso, y estos crean el campo propicio para conectar entre sí los propios pensamientos, y a estos con las corrientes que circulan en el ambiente. Estar en red facilita que esas dos fuentes se fusionen en un hallazgo inesperado.

Los diseñadores de moda han incorporado la estrategia de recorrer diferentes ámbitos donde la gente se encuentra, intentando captar pequeños detalles originales con los que después, en conjunto, inventarán los nuevos modelos. Además los equipos de trabajo hacen sus reuniones fuera de las oficinas, en lugares públicos.

Pero para estar en red no es suficiente con recorrer lugares o reunirse en espacios extravagantes, ya que en esos casos lo que habitualmente sentimos es que los otros, los ruidos y las interrupciones nos desconcentran de nuestra tarea. Intentar trabajar creativamente en espacios de transición puede ser una tortura llena de obstáculos si no logramos el estado mental que hace falta para que esa experiencia sea productiva.