La verdadera revolución, la que puede llegar a marcar una diferencia en nuestro modo de vivir y trabajar, es la transformación de los procesos de pensamiento, origen de la creatividad, la innovación y la mejor calidad de vida.
Falta de tiempo, agotamiento, irritabilidad, conflictos familiares por exceso de trabajo. Hoy los valores organizacionales tradicionales son reconocidos como causantes de estrés y enfermedades. La cultura empresarial ha quedado anacrónica respecto de las nuevas realidades y ajena a las necesidades y potencialidades de su gente.
Además, el estado mental saturado y tenso asesina la creatividad, a la vez que multiplica las decisiones erróneas con el riesgo de pérdidas en el negocio.
Así y todo, nos resistimos a aflojar la presión porque seguimos con la idea de que eso nos llevaría al desorden, la ineficiencia y el fracaso, sin ver que el verdadero riesgo se encuentra en el funcionamiento lineal, excesivamente focalizado y desesperado por alcanzar el objetivo.
Entrampados en la urgencia, la competencia, la búsqueda de resultados y las amenazas del contexto, muchos consideran que “la realidad es así, y hay que bancársela”.
En las empresas, los líderes son enloquecidos por los proveedores, los clientes, los nuevos impuestos, y viven al límite de su capacidad. Los mandos medios están agobiados por la presión que sus líderes y las estructuras jerárquicas ejercen sobre ellos.
Y más allá de las organizaciones, los profesionales independientes, médicos, abogados, arquitectos, realizan prodigios para cumplir sus diversos roles y se permiten sólo unas pocas oportunidades para conectarse con su potencial creativo.
Artistas plásticos, músicos, escritores, también sufren las consecuencias del estrés, con el agravante de que ellos saben desde siempre, que su creatividad se marchita bajo presión.
Y hasta ahora, las únicas soluciones parecen ser el sometimiento hasta reventar o formas alternativas de evasión, sin cuestionar el funcionamiento maligno del sistema, ni atreverse a imaginar un escenario laboral de mejor calidad.
Por su parte, tanto los pensadores y educadores actuales, como los más reconocidos gurúes del management nos incitan y motivan a transformar nuestros modelos mentales hacia un modo más abierto y conectivo. Ilusionados con el cambio, los escuchamos tratando de poner en práctica sus sabios consejos y estimulantes consignas. Nos proponemos dejar de lado nuestros bloqueos y limitaciones, ser más audaces, creativos y entusiastas, abrirnos al juego de la innovación, salir de la locura y el estrés.
Sin embargo, apenas cerrado el libro o finalizada la conferencia, gran parte de las valiosas sugerencias se nos esfuman. Se nos pasa el efecto motivador y volvemos a encarrilarnos en el deber ser, la rutina y la falta de imaginación.
Las empresas también plantean esquemas de capacitación novedosos, pero ya no alcanza con incorporar nuevos conocimientos, sino que es necesario un cambio de modelo que involucre a toda la organización.
Hoy, tanto el acceso a la información como la capacitación convencional igualaron las oportunidades de la gente, y la verdadera diferencia está en la creatividad y la colaboración creativa.
En todas las disciplinas, los paradigmas están cambiando de un mundo de fronteras a un mundo de redes. Son tiempos de creación de espacios intermedios entre los esquemas tradicionales y los nuevos paradigmas. Tiempos de integración de la diversidad: los valores de Oriente y Occidente, los paradigmas científico y artístico, las habilidades intelectuales y emocionales, el ámbito personal y el laboral.
Estamos viviendo una transición hacia un modo nuevo de armonizar nuestros talentos y valores. Esta visión compleja de la realidad –que ha sido una característica de los grandes creadores – hoy es indispensable para todos nosotros.
En esta transición de lo individual a lo conectivo, del acaparar al compartir, los líderes más lúcidos reconocen los riesgos y los costos de seguir trabajando con el viejo modelo en un nuevo escenario.
Hiperestimulados y sin saber hacia dónde correr primero, percibimos que nos hace falta calma para tener más claridad, pero también que no podemos aislarnos de que está pasando a nuestro alrededor, en el mundo, en las redes sociales, en las corrientes económicas y culturales.
La complejidad del escenario actual hace difícil la percepción de los hechos, la selección e interpretación de los datos y la toma acertada de decisiones.
Toda la información está a nuestra disposición y las comunicaciones se producen en tiempo real. Sin embargo, el abismo entre lo que sabemos y lo que ignoramos se expande minuto a minuto. Por otro lado, resulta imposible recoger y analizar toda la información disponible para tomar una decisión, y llegar a tiempo antes de que la mayor parte de los datos pierda vigencia. Y más aún: ¿estamos realmente conectados cuando nos intoxicamos de información? Probablemente no. Estamos, eso sí, “enchufados”, que no es lo mismo.
Existe un modo de comprender estas nuevas formas de presentación de la realidad, un modo mejor de procesar este universo abierto, interconectado y en constante fluir: lo he llamado Pensamiento en Red.
Pensamiento en Red es un modelo transdisciplinario que integra avances de la psicología, las neurociencias, la sociología, la teoría de las redes y las nuevas teorías de la comunicación.
Este modelo, a la vez que explica cómo opera el pensamiento creativo, permite un entrenamiento que modifica las estructuras mentales y el modo en que nos relacionamos.
Pensar en red es explorar, activar e implementar un pensamiento integrador que permita estar a la vez imaginando y realizando, reflexionando e interactuando con los otros y el mundo.