A lo largo de su historia, la neurología nos señaló que lo más noble del cerebro eran las neuronas, tanto por la importancia de su función como por la imposibilidad de regenerarse en caso de que fueran lesionadas.
Esta visión jerárquica del sistema nervioso ha sido cuestionada por nuevas investigaciones que, en confluencia con las actuales teorías de redes, nos revelan la importancia esencial de las conexiones entre las neuronas.
La información entre neuronas se envía en forma eléctrica y por señales químicas, que se transmiten a través de las fibras nerviosas.
Hoy sabemos que las conexiones pueden perderse, recuperarse, y establecer nuevos circuitos a partir de nuevos links y caminos alternativos, a través del entrenamiento y de la interacción con otras personas.
Hoy sabemos que el aprendizaje mantiene joven el cerebro y vivas las redes neuronales; por lo tanto el procesamiento de la información y las experiencias establecen nuevas conexiones transformando no solo el pensamiento, sino también la propia estructura del cerebro.
Está científicamente demostrado que la complejidad de una red se construye. La incorporación de conocimientos y vivencias incrementa la trama de las conexiones entre neuronas. Es decir que, a mayor ejercicio de la creatividad y a mayor experiencia, más poderosa será nuestra red neuronal.
Experiencia es aquello que incluye cierta configuración de conocimientos previos, puestos a operar en una situación dada, junto con una disposición a improvisar sobre la marcha. Aplicar el manual no deja experiencia en el sentido de nuevas conexiones. En todo caso, solo refuerza lo que ya sabíamos.
En esos casos, paradójicamente, podría suceder que la fijeza y densidad de las conexiones jugara en contra de la movilidad, al limitar la libertad y variedad conectiva. El riesgo es que los conocimientos y la experiencia operen a la manera de prejuicios; de pensamientos lineales con cursos preestablecidos que limitan y anudan el pensar en red.
El estudio de la actividad eléctrica del cerebro desde la superficie del cráneo (electroencefalograma o EEG) ha permitido establecer la existencia de diversos tipos de patrones rítmicos llamados ondas.
Dichos patrones cambian de acuerdo con el tipo de actividad que realiza el cerebro (sueño o vigilia, meditación o lucha, etc.). Mencionaremos las ondas alfa, relacionadas con el soñar y el fantasear, y las ondas beta, ligadas al estado de alerta y la preparación para la acción.
Las ondas beta son ruidosas y rápidas, y suelen tomar el comando del funcionamiento cerebral durante el estado de vigilia. En el nivel del pensamiento, podemos hablar de un modo lineal. Estas ondas, muy activas y veloces, enmascaran e inhiben la aparición de las ondas alfa.
Las ondas alfa, si bien están siempre presentes, son lentas y silenciosas, y solo se registran cuando se acallan las ondas beta: durante el sueño, la relajación, la asociación libre de ideas y los procesos creativos.
Hace pocos años, se realizó una experiencia con jugadores de golf acerca de la actividad cerebral durante el juego. Se les colocó un casco que tomaba mediciones de sus ondas cerebrales y las registraba en una pantalla. Se comprobó así que el cerebro de los grandes maestros, en el momento de pegar el golpe, operaba con predominio de ondas alfa, un estado de relajación similar al trance. El golpe resultante era preciso y de gran potencia.
Sometidos a la misma prueba, los golfistas principiantes mostraron un predominio de ondas beta, por lo que, contrariamente a lo que podría suponerse, sus golpes salían tensos y contenidos, con menos fuerza y precisión.
Entre los años 1984 y 1994, diferentes investigadores estudiaron la aparición de las ondas alfa en diversas actividades y también su debilitamiento en determinadas condiciones.
Descubrieron que el aumento de estas ondas mejora la fluidez en la creación de conceptos e imágenes, y en la resolución de problemas. Las ondas alfa son las que operan en la atención flotante.
Por otra parte, los mismos estudios demostraron que el agotamiento por estrés debilita en forma duradera las ondas alfa y genera un exceso de ansiedad, demasiada conexión con lo externo y poca flexibilidad para resolver problemas.
Aquí podemos inferir que, en estado de alerta permanente, un líder, un gerente o un profesional funcionará a la manera de un golfista novato, rígido y lineal. Por el contrario, un verdadero experto será capaz de integrar las ondas alfa a su actividad, de modo de no perder el pensamiento conectivo. Porque lo que está en juego no es ni más ni menos que la potencia en su accionar y la precisión en sus objetivos, que, paradójicamente, dependen de su capacidad de abandonar el funcionamiento lineal.