¿Cuál es el sentido de estudiar en la actualidad formas de conocimiento no lineales como la intuición, la recopilación de indicios no evidentes y la empatía?

Por una parte, nuestros saberes sobre estos instrumentos han avanzado gracias a la investigación empírica, lo que nos permite revalorizar su calidad y precisión. Pero, además, si la red es el territorio del exceso y la velocidad, requerirá un modo especializado de selección de la información y una aprehensión inmediata de cada situación. En un mundo globalizado y complejo, estas formas de conocimiento se vuelven particularmente eficaces para una comprensión rápida y abarcativa de los hechos.

Cada vez se ha hecho más necesario en las ciencias humanas disponer de un método que nos permita entender lo único e irrepetible. Las ciencias conjeturales, cuyo instrumento es el método indicial, se ocupan de reconstruir la realidad a partir de indicios hábilmente seleccionados y compaginados.

El epistemólogo e historiador italiano Carlo Ginzburg recupera y analiza las características de este método. Relata cómo, hacia fines del siglo XIX, surge en el ámbito de las ciencias humanas la necesidad de un nuevo paradigma, hasta entonces ampliamente usado en la práctica pero poco teorizado.

Se trata de una milenaria táctica de construcción de conocimiento aplicada a lo único e individual: el método indicial, que no recurre a leyes generales ni sistematizaciones.

Ginzburg nos relata cómo este paradigma de lo único fue recuperado por tres disciplinas cuyo objeto de estudio son los fenómenos individuales: la historia del arte, la criminología y el psicoanálisis.

Entre 1874 y 1876, el médico y crítico de arte italiano Giovanni Morelli creó un nuevo sistema para reconocer la legitimidad de una obra de arte. El modo imperante hasta aquel momento había sido considerar las características más notorias que definían a cada artista, por ejemplo la forma en que dibujaba la boca o las manos. Morelli sostuvo que esas eran precisamente las más sencillas de imitar, y propuso detectar en cambio los detalles menos evidentes, que él atribuía a rasgos inconscientes y expresiones involuntarias de la personalidad del artista.

Estos datos marginales son reveladores, afirma Morelli, porque constituyen los momentos en los que el control del artista se relaja, y cede su lugar a impulsos espontáneos, “que se le escapan sin que él se dé cuenta”.

Por su parte, en las décadas de 1880 y 1890, el escritor inglés Arthur Conan Doyle publicó una serie de novelas protagonizadas por un personaje que llegó a hacerse célebre: el detective Sherlock Holmes. Como afirma Carlo Ginzburg, el método criminológico de Holmes se asemeja notablemente al método crítico de Morelli.

Para la misma época, en Viena, Sigmund Freud postula la exploración del inconsciente mediante una técnica que revela complejas constelaciones de conflictos reprimidos a través de signos y síntomas aparentemente sin sentido o insignificantes. Freud recupera e interpreta ciertos datos marginales reveladores de la historia, la personalidad y los conflictos de cada persona. A este método indicial lo denominó psicoanálisis, y él mismo reconoció su parentesco con el sistema de Morelli.

En ninguno de estos casos se recurrió a medir con precisión, detectar generalidades, formular leyes. El paradigma indicial no es un paradigma de lo universal, sino de lo particular.

Sin embargo, como lo destaca Ginzburg, este modo de conocimiento sólo está al alcance de un experto. Aquel a quien en el arte se suele llamar connaisseur o experto. Sus características son una gran intuición, en parte innata y en parte desarrollada, una vasta experiencia y la capacidad de poner su mente en un estado de atención no focalizada, permeable a los indicios, sin prejuzgar los datos, y permitiendo que el conocimiento se integre a través de él. 

¿Cómo son leídos los indicios?, ¿qué se requiere para leerlos? Una atención flotante, sin la cual los otros recursos no logran activarse, ya que cualquier intento de forzar la intuición concluye en frustración, o peor aún, en la construcción de falsas verdades a partir de un procedimiento racional, delirantemente explicativo.

En un segundo tiempo, la mente lógica procesa y “revela” los indicios, construye conjeturas y extrae conclusiones.