por Benjamín Resnicoff

Este espacio, que es una excelente idea, nos permite pensarnos y sincerarnos con nosotros mismos y también con otros; y compartirlo con esos otros a quienes tal vez les esté sucediendo algo parecido o tal vez lo mismo que nos sucede a nosotros.

La crisis afecta a cada uno de manera diferente, que depende de las situaciones vitales que ese cada uno está pasando, el momento de la vida en que se encuentre, los espacios vitales disponibles para moverse, etc.

Desde luego, el encierro produce angustia, claustrofobia, sentimientos de soledad, de aislamiento.

El cierre de la economía, temores y preocupaciones por el futuro.

Pero también el confinamiento puede ser vivido por alguno como una suerte de “retiro espiritual” y tal es mi caso.

En ese retiro, uno siente que la “mundaneidad” se toma una pausa, el “personaje” se apea del caballo.

Surgen otras prioridades: el Sr. Dr. se convierte en amo de casa (por no decir ama); y debe cooperar en las tareas domésticas, hacer las compras, proveerse de efectivo para el día a día; la crisis lo vuelve más humilde y hasta diría más humano, más genuino.

Los deseos, necesidades, sentimientos más elementales, más profundos aparecen a flor de piel, nos sentimos más en contacto con ellos.

La censura se relaja y el miedo a parecer flojos disminuye, podemos expresar amor y necesidad de afecto con más espontaneidad; llamar a alguien a quien queremos pero que hace muchísimo que no vemos.

Darnos cuenta de cuánto dependemos de nuestra pareja y cuánto la necesitamos y poder decirlo, y también de nuestros hijos con quienes, en estas circunstancias, estamos más en contacto a pesar de la distancia.

También podemos leer el libro que tanto postergamos o escuchar la música que nos gusta, o bailar.

Todo esto nos enseña que puede haber otras prioridades, otra manera de vivir.

Finalmente, estoy muy de acuerdo con Sonia, quien en la nota con la que inaugura este blog señala que durante este encierro soñamos más y la importancia de atender a nuestros sueños que nos dicen tanto acerca de nosotros mismos, de nuestros deseos, temores, sentimientos más profundos.

No se trata de analizarlos en el sentido psicoanalítico del término, tarea por otra parte muy difícil, sino observarlos para escuchar algo en líneas generales de lo que nos dicen.