Un día cualquiera, el maestro de tango baila para sus alumnos. Uno de ellos le pide: “¿Podría repetir la secuencia, por favor?”. “No sé cómo hacerlo –responde él– Cuando improviso, no me queda en la memoria el resultado”. Se queda pensando: “Es raro, porque en realidad me queda una calidad particular de memoria que no tiene forma de figuras sino que pasa a ser parte de mí”. Y me pregunta: “Vos que sos médica, ¿me podrías explicar cómo se llama ese recuerdo que queda de todas las experiencias en que uno fue capaz de improvisar?”. “Sí, maestro –le digo–, se llama confianza”. “Ahora entiendo –dice él–, eso es lo que me permite volver a bailar cada vez, con la convicción de que voy a saber qué hacer aunque no lo haya preparado”.

La reflexión es que solo a través de la experiencia repetida de la improvisación se logra construir la confianza en la propia aptitud creadora. La paradoja es que únicamente desde la confianza en sí mismo se puede ser creativo. Esta aparente contradicción se resuelve generando tiempos y espacios para entrenar la capacidad de improvisar. En la propia vida, en los lugares de trabajo, en la experimentación sin pretensión de resultados inmediatos.

Esta es la función que cumplen ciertos talleres de arte, ciertos espacios terapéuticos, los talleres para pensar en red, que generan esta calidad particular de experiencia. Curiosamente es en esos espacios dónde los rasgos lineales quedan en evidencia con trazo grueso.

En un marco diseñado a medida para dejar en suspenso el estado de alerta y las defensas, se destacan fácilmente las dificultades, los bloqueos, los nudos y las cristalizaciones de la personalidad.

Como el acuerdo básico de ese marco es que ninguna nueva idea será juzgada ni evaluada, cada uno se reconoce en sus clichés, actitudes repetitivas, limitaciones y potencialidades. Lo notable bajo esas condiciones se produce una transformación y expansión de la personalidad.

En esos espacios de libertad, se exploran los recursos y se construyen instrumentos para desarrollar al artista interior.

Esta libertad creativa aparece como un nuevo y potente recurso generador de confianza y proyectos innovadores.

Pero ¿cómo se aprende a ser creativo? Metafóricamente, podemos decir que el aprendizaje se puede registrar de dos modos complementarios: la incorporación de contenidos que se archivan en la memoria en forma de imágenes e ideas, y la experiencia original protagonizada por el Ser total, que se organiza como parte de la persona. En el funcionamiento lineal, la tendencia es a archivar contenidos. En el modo de red, donde opera la improvisación, se promueve la transformación del Ser.

Sin embargo, si la capacidad de improvisar está bloqueada, por falta de confianza o de entrenamiento, se intenta aprender de memoria el manual de instrucciones.

De este modo, ante cada desafío, el recurso será el repaso de los contenidos que se conocen de antemano.

Como este método resulta siempre insuficiente, la persona intenta desesperadamente adquirir mayor variedad de respuestas predeterminadas.

Construye así un extenso muestrario de actitudes y conductas para toda ocasión, y, si tiene un archivo lo suficientemente amplio, y además ha sido dotada de buena memoria, podrá aparentar ser una persona creativa.

Pero repetir las consignas del manual no genera crecimiento, sino que solo refuerza lo ya sabido. Lo atractivo de la improvisación es que deja una calidad particular de experiencia que hace crecer y evolucionar, forjando al verdadero experto.

Exponerse a aprender algo nuevo, someterse al azar, desviarse del terreno conocido brindan al Ser nuevas oportunidades. La exploración de actividades sin conocimientos ni preconceptos permite vivir experiencias que ponen en juego nuevas aptitudes, facilitando la conexión entre lo intelectual, la destreza física y las emociones.

Cuando el individuo comienza a probar esta modalidad sin recetas en una actividad en particular, se sorprenderá con la emergencia de ocurrencias sobre otros temas: un modo original de encarar su trabajo, una idea ingeniosa para resolver un viejo problema, un deseo largamente postergado, la salida de una tormenta afectiva.

El impulso creativo fluye como una corriente y se irá encontrando con diferentes canales de expresión, pero también con numerosos obstáculos. Los temores, prejuicios y experiencias negativas oprimen las conexiones de la red, reducen el fluir de la creatividad e impiden el surgimiento de nuevas ideas.

Cuando nuestros canales de expresión creativa están estrechados, lo percibimos como una sensación angustiosa. Esto no tiene nada de extraño si recordamos que las palabras “angosto” y “angustia” tienen el mismo origen.

En otros casos, la creatividad solo fluye en ciertos espacios y situaciones permitidos, pero nos resulta difícil activarla en las tareas obligatorias.

Este es el caso de las personas que desarrollan una actividad creativa en paralelo con su vida laboral, y esos dos mundos nunca entran en contacto. Las consecuencias suelen ser el aburrimiento y la pérdida de compromiso con el trabajo, que se siente como una prisión. Y la impaciencia por llegar al fin de semana y a las vacaciones como únicas fuentes de entusiasmo y placer.

Otras personas padecen una clausura total de sus canales creativos; la vía de expresión de las ideas y ocurrencias está cerrada en todos los ámbitos. La red se endurece y aparecen el acartonamiento en la actitud, la tensión en el trato, la pérdida de la espontaneidad. El resultado suele ser el estrés y las enfermedades psicosomáticas.

En otros casos se produce el repliegue de la creatividad, que se desgasta en elucubraciones sin salida y ensueños diurnos. En este tipo de introversión se pierde la conexión con la realidad y la posibilidad de concretar realizaciones. La persona se siente frustrada.

En algunos, la corriente creativa es muy caudalosa y se desborda, pudiendo causar caos y desorganización. Esto lleva al malestar en la vida cotidiana, a la dificultad para sentirse comprendido, a la imposibilidad de construir proyectos viables.

Pero más allá de los posibles obstáculos y potencialidades, en cada persona el caudal creativo puede ser utilizado productivamente para ensanchar su vida, o drenarse en una descarga estéril.