En los grandes genios de todas las épocas, la fusión entre lo científico y lo artístico, lo racional y lo intuitivo, ha sido una característica de su original modo de pensar.

Albert Einstein cuenta que se inspiró en Mozart para desarrollar su Teoría de la Relatividad. A su vez, imagina una hipótesis acerca de las fuentes de inspiración del propio Mozart. “Beethoven construyó su música –sostenía Einstein–; Mozart, en cambio, la tomó del universo, donde estaba desde siempre esperando que alguien la encontrara”.

Es claro que la hipótesis de Einstein sugiere que Mozart creaba a partir de una intensa conexión con las fuentes universales que, como lo describen muchos artistas, fluían a través de él.

Alejo, músico, refutador de leyendas y fanático del fútbol, también habla de Mozart, pero como inspirador del buen fútbol en la figura del director técnico catalán Pep Guardiola. Así, alucina un encuentro atemporal entre Mozart y Guardiola, en algún lugar del universo. 

Nos cuenta que Mozart incorpora a su música la estructura del rondó, una forma musical basada en la repetición de un tema que reaparece y se alterna con diferentes temas intermedios, llamados couplets, episodios o contrastes.

¿Qué aporta esto a una composición? Una estructura que da forma a una danza en la cual intervienen y dialogan varios participantes, donde hay plan de ejecución pero hay también frescura y espontaneidad. En ella se activan diversas conexiones, estadíos y episodios. Y debe haber siempre un nodo que actúe de conector o hub entre los variados episodios.

Alejo sugiere que Guardiola debe su éxito y sus logros profesionales a que pertenece intuitivamente al mismo paradigma que Mozart al componer sus rondós. Y juega con la idea de una estructura musical de hace 400 años aplicada a la actual “pasión de multitudes”.                                                                                

Y sostiene esta afinidad: sus equipos no juegan al fútbol, sino que bailan rondó! No tienen líneas tácticas diferenciadas sobre el campo de juego, no abusan de jugadas “preparadas”, no tiran centros al área. Nunca salen con pelotazos desde el fondo ni construyen un plan elaborado con detalle militar. 

Todo lo contrario. Los jugadores se disponen en estructuras circulares, con altísima rotación y dinámica, con múltiples conexiones y organizados a partir de un conector que facilita el tránsito entre episodios, y asegura que el espacio se abra para la estocada imprevista. En un breve instante el equipo hace la pausa y queda suspendido en atención flotante… hasta el momento en que todo confabula a favor y sale el pase en profundidad, lineal, letal, hacia el gol inevitable… 

Será por eso entonces, sugiere Alejo, que cuando ganan los equipos de Pep, en aquel lugar del Universo que no es lugar y donde no existe el tiempo, Mozart sonríe…Se oye el fluir de su música, que ya existía antes de ser escrita y a la cual él solo organizó en estructura de rondó, una más de las múltiples formas que toman las redes vivas.

La gente creativa es capaz de extrapolar conocimientos de un área de experiencia a otra, integrando datos de diferentes campos, llegando a deducciones originales y generando un crecimiento estructural tanto de sus proyectos como de ellos mismos.

Solemos usar los tiempos en tránsito y los trámites para impacientarnos, irritarnos y ponernos obsesivos y lineales. Algunos, un poco más sabios, aprendieron a utilizarlos para desconectarse y relajarse. Sin embargo, en ninguno de estos dos extremos aparecen las mejores ideas.

Ser creativo es aprovechar los tiempos muertos para explorar la propia mente a la vez que el espacio que nos rodea y hacerlos jugar en busca de inspiración.

La mente creativa está activa sin necesidad de esfuerzo, hasta durante el sueño. Y lo mejor es que esa actividad no agota, sino que recicla la energía y el buen humor.

Existen personas adictas a los estímulos que entran en pánico ante la tranquilidad, casi como si no pudieran soñar. También hay artistas talentosos que sienten cualquier presencia como una interrupción desorganizadora y no pueden incorporarla al mundo de sus ideas. Casi como si estuvieran soñando y los despertaran con violencia.

Sin embargo, el estado ideal para la creatividad aparece en el espacio intermedio de experiencia en que nos conectamos a la vez hacia adentro y hacia afuera.

De este modo, hasta los viajes de trabajo pueden transformarse en viajes iniciáticos. Una feria, un congreso, una convención pueden ser bazares de oportunidades y alimento para la red, tanto para relacionarse como para inspirarse. Y lo encontrado supera la networking, esa estrategia de establecer contactos intencionales, dirigidos a obtener resultados concretos.

¿Por qué? Porque siempre la red tiene mucho más para ofrecer que lo que estamos buscando. Encuentros inesperados, coincidencias imprevistas, hallazgos sorprendentes. Y sigue activa para generar ideas y vínculos que podrán derivar en nuevos horizontes humanos y profesionales.