En los tiempos primitivos la tecnología estaba representada por las armas y herramientas manuales, y éstas requerían de gran fuerza física. Luego la palanca y la polea alivianaron la carga pero las herramientas aún seguían siendo pesadas. Era en general el hombre, de mayor fuerza física, quien las manipulaba.

Así la tecnología quedó asociada a lo masculino. Cuando surgieron las máquinas mecánicas, a pesar de que ya precisaban de menos esfuerzo, siguieron siendo del ámbito del varón.

Los motores a combustión y luego la electricidad igualaron aún más las posibilidades de uso, sin embargo, si bien en esa época ya habían mujeres manejando autos o trabajando en las fábricas, el mito de la relación del hombre con la máquina apenas se tambaleó.

Para la misma época aparecen los electrodomésticos creados para facilitar la tarea de las mujeres, pero siempre dentro del hogar. El lavarropas, la licuadora, la aspiradora, ¿habrán tenido inspiradoras mujeres? Sin duda. Pero probablemente fueron hombres los que experimentaron y desarrollaron esta tecnología para el “ama de casa”.

De hecho sabemos poco si hubo participación de las mujeres en la innovación de aquellas tecnologías, ya que eran invisibilizadas y sólo se las veía como usuarias, clientas y no creadoras de productos. Publicidades que las mostraban felices por poseer un nuevo electrodoméstico, eufóricas porque las “liberaba” de algunas pesadas tareas cotidianas.

Hoy el desarrollo de la tecnología digital quiebra definitivamente el paradigma de la fuerza física. Sin embargo hábitos, prejuicios y alianzas entre hombres les siguen cerrando a las mujeres el camino hacia “la máquina”.  

Pero hay más. Y aquí hablamos de hombres y mujeres más allá del género pero más acá de las oportunidades de una formación que les permita crecer.

Pero siempre hubo mujeres hábiles con las herramientas, las tareas de mantenimiento de una casa, aún si eso no se reflejaba en una posible elección de un oficio.

Es evidente que a más educación y a mejor formación se trabaja más con las ideas y menos con el cuerpo. Salvo el caso de los deportistas o bailarines talentosos en los que el trabajo corporal es sobre sí mismos e integrado a una formación integral mente cuerpo.

En otros casos a menor formación más trabajo físico. El anclaje de las mujeres a las tareas domésticas y de los hombres a los trabajos más rudos casi siempre está relacionado con menos oportunidades y menor educación.

Pero en el mundo digital, menos lineal, más flexible, la mujer tiene más espacio y oportunidad de crear e innovar.

Será cuestión para hombres y mujeres de superar también en el imaginario la cultura de la fuerza por la de la inteligencia, la participación y la colaboración. Ya que jamás la innovación ha sido producto de una sola mente brillante sino de varias y diversas mentes creativas trabajando en sintonía.

Allí necesidad y oportunidad son una alternativa interesante que comparten hombres y mujeres.